miércoles, 23 de marzo de 2011

Dramaturgia y dirección: Gustavo Geirola

Dramaturgia y dirección: 
Gustavo Geirola

Video y fotos de Debra Eckloff
Notas del director: 

Esta obra es el producto de un trabajo con estudiantes en Whittier College, Los Ángeles, California.  Son estudiantes que están aprendiendo español y toman el curso que ofrezco en cada semestre de Primavera, llamado Workshop in Latin American Performance Experience, cuyo objetivo es aprender español a la vez que se pasa por todas las etapas de producción de un espectáculo (entrenamiento físico y vocal, improvisaciones, dramaturgia, promoción, etc.).   
Los ensayos comienzan con un entrenamiento corporal intensivo y a medida que transcurren las clases, se va esperando la aparición de una circunstancia insensata (lapsus, equivocación, olvido, accidente e incluso un síntoma o a veces un chiste, no siempre insensato).  Hace unos años trabajaba con el método de la creación colectiva, pero en los últimos tres años me he inclinado más—debido a mis propias investigaciones—por una metodología basada en el psicoanálisis lacaniano al que, demás está decir, no hago referencia ni menciono en ninguna etapa del proceso de este taller.  Simplemente espero la irrupción del inconsciente bajo cualquiera de sus formas cotidianas, es decir, las que Freud estudió en Psicopatología de la vida cotidiana y en su investigación sobre el chiste.  Y entonces se parte de allí para promover improvisaciones que vayan de alguna manera explorando, aunque sea rápidamente—sólo cuento con trece semanas de dos clases de una hora y media cada una para cubrir todo el proceso hasta el espectáculo—la dimensión fantasmática que emerge del grupo.  Se realizan, pues, improvisaciones a partir de ciertas consignas elaboradas ad hoc sobre el material que descubren los estudiantes y, progresivamente, éstas, convertidas ya en escenas, se van concatenando en una secuencia cuya lógica no es siempre una preocupación narrativa. 
En el semestre que produjimos Iluminaciones, mi interés fue trabajar—en un encuadre muy limitado—sobre algunos postulados de Grotowski y también del psicodrama de J. L. Moreno, sin ortodoxias y sobre todo sin comunicar mis intenciones a los actores.  Como no tengo acceso a ninguna instalación teatral de mi universidad, la idea del “teatro pobre” es casi un imperativo.  La propuesta de Moreno, por su parte—a pesar de sus divergencias y convergencias con Grotowski—me sirvió para organizar algunas estrategias y tácticas de trabajo, obviamente fuera de todo marco terapéutico.  Tanto para Grotowski como para Moreno, el objetivo es alcanzar la espontaneidad y la disciplina como formas para el sujeto (actor/paciente) de advenir a esa otredad que está más allá del yo como mascarada.  



Video y fotos de Debra Eckloff

Ambos maestros están alerta a la emergencia de lo inesperado; a su manera, ambos tratan de alcanzar—casi en términos de Lacan—lo real.  La cuestión de querer alcanzar la totalidad, tal como lo plantea Grotowski, es algo ya más discutible desde lo lacaniano, pero no es éste el lugar para discutirlo.   
En general, ni antes ni ahora favorezco mucho el teatro excesivamente verbal.  En este caso particular de Iluminaciones, he llevado la circunstancia a su extremo.  Usualmente, tiendo a planear alguna coordenada básica para iniciar el trabajo.  Nunca es una consigna temática, ya que esa surge del trabajo de improvisaciones y, en todo caso, es de propiedad exclusiva de los estudiantes.  Mi axioma para lo que luego dio en llamarse Iluminaciones fue trabajar con cajas de cartón en un espacio rectangular completamente a oscuras.  Surgió así la necesidad de utilizar linternas, y esto se conectó con mis propias preocupaciones teóricas sobre lo que he denominado ‘política de la mirada’.
De Grotowski no me interesó nunca el carácter monástico y hasta sacrificial de su propuesta.  Sin embargo, me atrajo siempre—por su sabor psicoanalítico—su propuesta de trabajar lo corporal contra las resistencias—de los actores y del director—como forma de disolver las máscaras, roles y estereotipos sociales.  En Iluminaciones traté de llevar esta exploración hacia lo corporal básico, tratando—no sé si lográndolo o no—de llegar hasta ese límite de la pulsión entre lo cultural y lo biológico, incluso rozando lo coprológico (lo excrementicio, pero también todas las otras formas en que el cuerpo evacua sus fluidos, a veces en forma compulsiva frente a los códigos sociales de ocultamiento y control de lo pulsional, más que de lo instintivo, como quiere el maestro polaco).  Sin duda, trabajar sobre estas cuestiones promueve, en los estudiantes y en el director—especialmente si se ensaya en un contexto pedagógico—mucha resistencia; sin embargo, me dediqué a esperar ese momento en que los actores comenzaron a disfrutar de las escenas.  

Video y fotos de Debra Eckloff
Siguiendo la ética grotowskiana, me interesé por lo que él llama “la discreción”, es decir, captar en las improvisaciones de los estudiantes lo que era, para decirlo con términos de Ricardo Bartís, biográfico, pero no personal.  Partiendo del postulado grotowskiano de que la creación no es confortable, los estudiantes, no obstante, lograron disfrutar del trabajo.  En efecto, cuando ellos percibieron esta diferencia entre lo biográfico—que tiene que ver con un momento específico en el contexto de una cultura determinada, lo que en otro lugar llamé la ‘fantasía civil’—y lo personal, la resistencia se debilitó y pudieron disfrutar de lo que hacíamos.  Me parece que la idea de Moreno de que el psicodrama requiere—hasta exige—el trabajo grupal, contribuye a este distanciamiento entre lo biográfico (todos estos estudiantes pertenecen a la misma generación) y lo personal (cada cual tiene su propia historia dentro de lo biográfico, esa dimensión psicológica que no me interesa en términos artísticos y que, en todo caso, da lugar a un teatro terapéutico y representativo).
Cuando estaba preparando la dramaturgia, por ciertos acontecimientos que no viene al caso contar aquí, me topé con el texto de Ring-Side, del dramaturgo argentino Daniel Veronese.  Fue una sorpresa en la dimensión de la tyche lacaniana.  Parecía que, hasta cierto punto, habíamos trabajado durante el semestre un texto que desconocíamos.   Por eso, tomé la decisión de realizar algunas improvisaciones sobre algunas frases sueltas de la obra de Veronese, con mínimas transformaciones (por ejemplo, tradujimos algunas al inglés o mezclamos las lenguas).  No creo que Daniel Veronese estaría en desacuerdo con nuestra incorporación de su texto a nuestro espectáculo.


Video y fotos de Debra Eckloff
Hicimos dos funciones de Iluminaciones y solamente hay registro de video de la segunda.  Las dos fueron, de acuerdo a los comentarios de quienes asistieron a ambas, completamente diferentes.  Al decir eso con cierto temor de herir mis sentimientos como director, sin saberlo, estos espectadores me halagaron.  A diferencia del teatro de repetición que suelen promover los Departamentos de Teatro en Estados Unidos (y probablemente en todas partes), a mí no me interesó en absoluto imponerle a los estudiantes el imperativo de ajustarse milimétricamente a lo ensayado.  Deliberadamente, mientras ensayábamos, yo dejaba espacios de ambigüedad para que ellos lo resolvieran en escena frente al público.  Es algo “aparentemente” poco grotowskiano que hago desde siempre en mi práctica directorial y que puede volver locos a los actores de la repetición y a los técnicos que trabajan con las computadoras.  En este sentido, no me cabe la menor duda de que mis colegas del Departamento de Teatro, que se fueron en silencio absoluto al final de Iluminaciones—ni siquiera pudieron acceder a la falsa cordialidad esperable en estos casos—deben haberse espantado de lo que, desde su perspectiva, era un espectáculo de extrema “desprolijidad” y sinsentido.  Sin embargo, el hecho de que se hablara de esta experiencia durante un tiempo entre los estudiantes de la universidad, de que algunos me expresaran cuánto les gustaría “ver más de estas cosas”, me convalida indirectamente sobre el tipo de teatro que quiero hacer, un teatro visceral y efímero.  La publicación de Iluminaciones no tiene, no obstante, pretensión de convertirse en un texto para otro grupo; solamente documenta una experiencia dentro de la dramaturgia de actor y el resultado de un trabajo—aunque muy breve—dentro de cierto marco psicoanalítico.


Video y fotos de Debra Eckloff
Si no he leído mal a Grotowski, creo que Iluminaciones muestra que no es la marcación de la escena lo que debe estructurarse, sino la revelación de lo inesperado que surge de la improvisación.  La idea del maestro polaco, como la de muchos que hoy trabajan la dramaturgia de actor, es justamente “no actuar”.  Como en el psicodrama de Moreno, se trata justamente de “des-actuar”, si se me permite el neologismo.  En todo caso, no me gusta llegar al estreno con una marcación estricta de las escenas (pero sí con una estructuración de lo inesperado); creo que así como la estructuración de lo revelado da seguridad al actor sobre el escenario, la marcación estricta limita el diálogo del actor con el espectador.  Hay que resguardar el margen para el descubrimiento entre actor y espectador al momento de la puesta en escena.  En Iluminaciones, como se verá, este aspecto tomaba una dimensión impresionante.  Desde mi punto de vista, la segunda función fue la que alcanzó la dimensión de libertad, casi diría visceral, corporal, que yo espero de un actor.  Los estudiantes/actores se autorizaron a llevar el juego escénico hasta el punto de incluir en una escena a un niño que estaba con sus padres viendo el espectáculo.  Indudablemente, no espero en este taller ningún nivel de profesionalidad.  Como el lector lo adivina por todo lo que vengo diciendo, lo que busco es algo diferente.


Video y fotos de Debra Eckloff
Siguiendo a Grotowski, durante los ensayos nunca promuevo ni mi supuesto saber ni un análisis de tipo intelectual sobre el sentido de lo que estamos haciendo.  Lo hice en el pasado y creo que los resultados no son los mejores.  Después de nuestras dos funciones, cuando estábamos cenando, los actores quisieron hablar sobre lo que habíamos hecho, el famoso “qué quiere decir la obra”.  Siguiendo mis principios lacanianos, los llevé a que ellos plantearan el sentido por sí mismos, que lo fueran descubriendo por ellos mismos, articulando lo que para cada uno de ellos era “la verdad” del espectáculo.  También como ocurre en todo psicoanálisis, uno de los actores me confesó meses después que durante el verano había pensado muchas cosas a partir de esta experiencia y se había dado cuenta de la dimensión política de las metáforas y de muchos otros detalles, que la obra le había cambiado sus ideas sobre el mundo en muchos aspectos.  No le pregunté en qué sentido.
En la versión que se ofrece a continuación, he dejado el nombre de los estudiantes que participaron de la experiencia en los nombres de los “personajes”.  Después de todo, si aquí hay un fantasma civil de la nación—como creo que lo hay—es el de ellos, aún con Veronese mediante.  Demás está decir que la figura del autor, incluso la de Daniel Veronese, es—como ocurre en toda dramaturgia de actor—la de una DESautorIZACION. 


Actores

Samuel Bremen
Ashley Dunstan
Martalee García
Brownie Sibrian
Daniel Strauss



La pieza se realizó en un espacio abierto del campus de Whittier College.  Esto no es necesariamente determinante.  Sí lo es, en cambio, que el espacio esté completamente a oscuras, cuanto más oscuro mejor. El público estará sentado alrededor de un enorme rectángulo marcado en el piso con cinta amarilla CAUTION.  Se dispondrán cajas en cada ángulo llenas de linternas para que el público las utilice durante la representación, seleccionando lo que quiera ver. Cada actor, a su vez, portará su propia linterna.

Video y fotos de Debra Eckloff
Dentro del rectángulo hay muchas cajas de cartón de tamaños diversos, pintadas con graffiti y desparramadas por todo el espacio.  En lo posible, mantuvimos una gama de colores blanco, negro y el marrón de las cajas.  Se verán también botellas de plástico vacías y periódicos.
Los actores estarán mezclados entre el público y progresivamente irán entrando en el cuadrilátero. Estarán vestidos con ropa casual, pero más tarde se pondrán ropa blanca, como uniformes de enfermeros, que se irá progresivamente ensuciando a lo largo del espectáculo.  Mezclados entre el público, sentados a los cuatro lados, les indicarán al público—casualmente—que la obra podrá verse desde cualquiera de ellos y que también se podrán desplazar durante la función. No deben utilizarse sillas.  Ellos son los que iniciarán la acción de tomar una linterna y empezar a tratar de ver algo dentro del espacio.  Esa será la señal para que el público entienda el código de lo que va a tener que hacer durante la obra.
Video y fotos de Debra Eckloff
A un costado habrá un grupo de músicos con tambores y otros elementos de percusión capaces de brindar diversas tonalidades sonoras.  Los instrumentos intervendrán acompañando movimientos en algunas escenas o marcando transición de una a otra escena.

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